El triste adiós al tanguero todoterreno



Trabajador incansable. Su producción incluyó la grabación de 400 discos, la composición de 800 piezas y más de 10 mil arreglos.

A los 78 años murió el pianista Osvaldo Requena. Su historia es extensa y muy particular: al igual que sus colegas, alternó durante la llamada década de oro del tango entre la radio, el palco del café, el cabaret y los bailes populares. Pero, a diferencia de ellos, logró sortear los tiempos difíciles del tango, durante las décadas del 60 y del 70, convirtiéndose en director artístico de una discográfica, realizando largas giras por el mundo y ejerciendo como director musical de un canal de televisión. Siguió trabajando con ese ritmo incansable hasta el final de su vida.

En términos numéricos, su vasta obra incluyó la grabación de 400 discos, la composición de más de 800 piezas y la escritura de más de 10 mil arreglos. Y aunque su nombre no haya sido muy popular en la consideración general, sí lo fue entre los músicos de tango. Sólo por dar ejemplos de sus últimos trabajos, grabó con auténticos popes del tango: el bandoneonista Leopoldo Federico y el violinista Fernando Suárez Paz, y fue ungido como director de la Orquesta Típica Los Maestros para el proyecto Café de los Maestros, la célebre idea de “rescate de leyendas vivas” que estuvo a cargo de Gustavo Santaolalla y Gustavo Mozzi.

Consultado por Crítica de la Argentina, Mozzi describió a Osvaldo Requena como un músico completo que desarrolló todas las facetas en gran altura artística. “Como compositor, escribió tangos preciosos con Leopoldo Federico que grabaron juntos. Como arreglador, tuvo el gran sentido de la practicidad que hacía que todo sonara naturalmente. Y fue un gran director y pianista, con un estilo muy en función de su propia escritura”.

Descendiente de una familia de músicos, Osvaldo Francisco Requena había nacido el 29 de junio de 1931 y se formó en la música clásica para desarrollarse en el tango. Sus primeras incursiones fueron en las orquestas típicas de Raúl Kaplún, Eduardo del Piano, Alberto Mancione, Eduardo Rovira, Argentino Galván y Florencio Sassone. También acompañó a numerosos cantores solistas.

A medida que se producía el declive del tango como música masiva, su figura se bifurcó en diversas actividades, sin perder el foco en el tango. A lo largo de los años, con tesón, fue director musical de Canal 11, del sello Microfón, del Festival de Cosquín, del Festival OTI de la Canción, de la Orquesta Municipal de Folklore y de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto.

A eso se sumó su tarea como compositor de música para películas (entre ellas, Los siete locos, de Leopoldo Torre Nilsson) y sus trabajos en otros géneros, como el folclore y la música clásica, incluyendo una colaboración junto a Zubin Mehta. Seguir su huella es una tarea prácticamente ciclópea. El título de su último disco, Tangos por el mundo, grabado con una orquesta típica, marca una apretada síntesis de otra de sus facetas: sus innumerables giras por el mundo. Sólo en Japón estuvo ocho veces.

En definitiva, en su caso, la convocatoria para el proyecto Café de los Maestros no tuvo sabor a redescubrimiento. Más bien funcionó como el reconocimiento a su valor artístico y a su larga historia musical.

Los elogios de Ástor y Horacio

Requena recordó una vez que llegó a trabajar con Piazzolla: “Una vez Ástor tenía que actuar en Montevideo y no le daba el tiempo para arreglar un tema suyo, ‘Tonto’, con letra de Homero Expósito. Me pidió que se lo hiciera. Ganó un concurso y una nota en el diario El Día, felicitaba al autor por el tema y el arreglo. Ástor me lo supo reconocer”.

Por otra parte, su disco Coincidencias, que grabó con Leopoldo Federico, contiene un encendido elogio de Horacio Salgán, quien no es un músico demasiado afecto a desbordantes piropos.

Andrés Casak Critica)

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