Entre gallos y medianoche, toca el rey del tango




Raúl Garello, bandoneonista de Troilo, se mantiene muy activo. Dirige la Orquesta de Tango de la ciudad y presenta su nuevo disco, Tocata para sexteto

Raúl Garello es músico de tango, arreglador y director. Vive en una casa antigua, bellamente arreglada y con mucha música, ubicada en una calle tranquila del barrio de Saavedra. Es por eso por lo que no llegan ruidos exteriores que puedan perturbar el sonido del bandoneón de este músico.

Garello toca un fueye doble A y posa para el fotógrafo mientras el cronista recorre con la vista el mobiliario, varios cuadros que hay en la pared (diplomas de la Fundación Konex y otro de cuando fue nombrado ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires). Sobre el escritorio hay una pila de copias del nuevo disco del bandoneonista, Tocata para sexteto, y en un rincón dos tremendos portafolios con las partituras orquestales de la ópera El rey del tango, en el reino de los sueños, con música de Garello y letras de Horacio Ferrer. "Vea", le dice el bandoneonista al cronista mientras saca del estuche las páginas de esta obra en dos actos, con siete cantantes, coros y casi cuarenta instrumentos. "Ojalá valga lo que pesa", dirá después en tono de broma, pero con el deseo de que pueda ser estrenada en algún tiempo no muy lejano. Claro que la vida de este artista continúa más allá de la ópera, que cuenta con un argumento a la medida de las historias de Ferrer. Garello es, desde 1980, director fundador de la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires y ofrece con su propio sexteto largas temporadas de shows en locales porteños. Porque, según dice, también necesita tocar. Aunque nadie (ni siquiera él) podrá decir que fue poco lo que ha hecho hasta ahora.

Garello es de esa generación que resistió haciendo tango cuando el tango no estaba de moda. Es el que tocó unos cuantos años en la típica de Aníbal Troilo, el que hizo varias giras por el exterior, el que grabó con orquesta propia, el que compuso un concierto para bandoneón y orquesta, escribió una infinidad de arreglos y tiene una buena lista de piezas propias (algunas llevan letras de Horacio Ferrer y otras fueron utilizadas por coreógrafos como Maurice Béjart).

Sólo con su flamante disco y la ópera tiene novedades para entretenerse, a pesar de que suele decir que siempre se escribe el mismo tango; lo diferente es que va cambiando la manera según pasan los años. A partir de esto, habla del pasado y del presente de la música que lo acompaña desde que era un adolescente en su Chacabuco natal, cuando escribió el primer arreglo para una típica.

Luego de tantos años al frente de la Orquesta del Tango de la Ciudad, ¿el sexteto será una especie de contraste en el trabajo cotidiano de Garello? "Sí. En parte", dice, mientras intenta volver a guardar en el portafolio las páginas donde están escritos los más de 1400 compases del primer acto de la ópera. "También es estar tocando en un lugar, en una vidriera. Exponer con tranquilidad y sin tanto trajín de turistas lo que uno tiene ganas de tocar. Es el placer de tocar con el grupo, con cierta continuidad. Y grabar un CD con todas obras propias, posibilidad que no se da todos los días."

Un rato después Garello dirá que los músicos a veces hablan demasiado. "Yo también lo hago. Pero creo que los músicos tienen que hablar con sus obras. No anda bien lo que hay que explicar demasiado."

-¿Qué le queda por decir con la música?

-Yo sostengo que uno siempre escribe lo mismo. Quizá porque no se queda conforme. Escribí un concierto para bandoneón y orquesta, pero acá no está estrenado. La ópera tampoco. La terminé hace un año. Pero bueno, estamos en un país mágico. De tantos años con la Orquesta del Tango sé lo que es trabajar con organismos. ¡Hay que tener una paciencia!

-¿Cómo está la orquesta?

-En algunos aspectos hay asignaturas pendientes. No voy a ponerme a acusar a unos ni a otros. Pero muchas veces no se logra la concreción o la consolidación de los proyectos porque el que llega [a la gestión pública] piensa que quien estuvo antes hizo todo mal. Y las cosas no han de ser tan así. Pero siempre estamos como empezando de cero. Parece una condición inherente a nuestra naturaleza.

-¿Puede ser algo inherente a las letras del tango la referencia a su música y a Buenos Aires?

-No había pensado en eso. Habrá alguna cuestión psicológica. Pero yo prefiero tomar el contexto. El tango está en nuestro ADN, como todas aquellas cosas, buenas y malas, que nos han pasado. Vivimos buscando, por eso me parece de lo más normal. Yo suelo decir que el tango es la música de fusión por excelencia. Tiene, por ejemplo, todo el Mediterráneo adentro. Por eso es que tiene repercusión en tantas partes del mundo. No nos damos cuenta de eso. Y por eso creo que tiene que ver con buscar identidad. O quizás una manera de celebrar el hecho de haberla encontrado. El tango es algo de jóvenes y lo sigue siendo.

-En alguna época no lo fue.

-Pero es producto de gente joven. Todas las orquestas que vi cuando empecé y que veo hoy son de gente joven. Fíjese que hoy la gente de rock hace tango. Y los rockeros internacionales son gente de la tercera edad. Los Beatles son de mi edad, más o menos. A mí sólo me faltan los mangos que tiene McCartney. Para divorciarse le puede dar 140 millones a la mujer. Pero bueno, mire una foto de la orquesta de Pichuco; una de cuando la formó. El tenía 25 años. Claro que en algún momento al tango se le colgó el San Benito de ser para gente mayor. Ahora a los jóvenes les digo que escuchen y copien. Aunque ya es momento de que también agarren el lápiz y escriban lo suyo.

-A los 20 usted no tenía las mismas inquietudes que ahora.

-Uno se va enriqueciendo. El caudal interno a veces funciona como gatillos para encender el motor. A los 16 escribí mi primer arreglo para una orquesta en Chacabuco. Uno creía que era Mozart. A lo mejor uno empieza a estudiar y a darse cuenta de que no sabe.

-¿Y ahora sabe?

[Se ríe] -Voy a ser coherente con lo que le dije. Ahora sigo escribiendo el mismo tango, pero visto desde otro lado. A lo mejor ése sea el pulso de los estilos, eso que permite reconocer a tal músico. También digo que hay que usar la "y" en vez de la "o". No hay que polemizar sobre si es una cosa o la otra. A mí hay cosas de D Arienzo que me gustan. En algún momento era el diablo [se vuelve a reír]. Me gustan mucho Gobbi, Salgán, Pichuco, Pugliese, Argentino Galván, pero encuentro algunas cosas interesantes en D Arienzo y en otros, aunque al momento de escribir y de tocar yo no lo haga de esa manera. Los respeto a todos. Son capas de la cebolla. Parte de la misma historia.


Agradecimentos:Mauro Apicella(La Nación)

Mauro Apicella -La Nación

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