Ubaldo De Lio: Adiós a la gran guitarra del tango




Por ese perfil bajo que nunca abandonó, quizás haya que empezar esta despedida a Ubaldo De Lio -que murió ayer, a los 83 años- recordando quién fue, además de uno de los mejores guitarristas de la historia del tango. Fue el que acompañó a cantores como Nelly Omar, Alberto Castillo, Hugo del Carril, Mercedes Simone, Rosita Quiroga, Azucena Maizani, Josephine Baker. El que tocó con Mariano Mores, Aníbal Troilo, Lalo Schifrin, Roberto Grela, Ciriaco Ortiz. El que formó, junto a Horacio Salgán, uno de los dúos más extraordinarios de la música argentina. El que fue piedra fundamental del Quinteto Real. El que vivió la época dorada del tango y resistió cuando el tango era mala palabra.

La música estaba en su sangre desde la rama materna: su abuelo calabrés era guitarrista. Un amigo de la familia le enseñó los primeros rasguidos a los 4 años. Poco después, aprendió el repertorio de Gardel junto a su madre; a los 13 ya se había recibido en un instituto musical y a los 14 ya era profesional: trabajaba como guitarrista estable de Radio Belgrano. Estuvo en el puesto durante 24 años, mientras integraba diferentes bandas. Tocaba tango, pero también folclore, jazz -en el Quinteto del Hot Club Buenos Aires, con Schifrin- y hasta música tropical. “No sé -decía- a quién no acompañé durante esos años, o con quién no intervine en pequeños grupos. Siempre digo que por pocos años se me escaparon Gardel y Magaldi: después, imagínese un nombre y seguro que lo acompañé”.

Un día, a fines de 1957, conoció a Salgán. De Lio tocaba música cubana en el New Inn, un piringundín de Retiro famoso por sus riñas entre marineros. Salgán actuaba en otro boliche cercano, el Jamaica. Al dueño de los locales, Juan Manuel Martínez, se le ocurrió reunirlos. El dúo de piano y guitarra quedó unido de por vida: en sus cinco décadas juntos, recorrieron el mundo y tuvieron entre sus admiradores a gente como Ella Fitzgerald, Igor Stravinsky, Arthur Rubinstein, Marlene Dietrich, Daniel Barenboim o Yo-Yo Ma. Se conocían tanto, que sobre el escenario ni se miraban. Eso sí: jamás se tutearon. Juntos, además, crearon en 1959 el Quinteto Real, cuya primera formación se completaba con Enrique Mario Francini, Pedro Laurenz y Rafael Ferro.

“Nunca pensé que con Salgán íbamos a estar juntos tanto tiempo, y se dio solo. No lo buscó ninguno de los dos. Yo pienso que la vida es un ajedrez, están todas las piezas puestas y me tocaron ésas a mí. Entre giras, viajes y actuaciones hemos pasado casi más tiempo juntos que con nuestras respectivas familias”, reflexionaba De Lio, a lo que Salgán acotaba: “Llevamos un ritmo más intenso que un matrimonio, pero aclaro que ni siquiera somos novios”.

De Lio tuvo otro matrimonio, también longevo, con Amelia Daneri, con quien tuvo dos hijos, Gabriel y Valeria. Se las ingenió para mantener a la familia unida, pese a las eternas madrugadas de bohemia. “Desde que empecé, no puedo parar. Con Salgán había una época en que trabajábamos todas las noches; incluso había días en que no volvía a dormir a casa. Ni aparecía”, contaba. No había forma de que faltara a un concierto: “Un día me agarré el dedo con el baúl del auto. Sangraba mucho, pero salí a tocar igual. No podía dejar el lugar con el público adentro, ni a mis compañeros. Lo hice por amor a la camiseta: así me manejé siempre”. Siempre se manejó, también, con humildad y silencio, acostumbrado a estar en segundo plano, detrás del genio de Salgán. “Nunca tuve pretensiones de que me descubrieran. Siempre me dije: algún día se darán cuenta de lo que hice y de lo que fui”.


Por Gaspar Zimerman (clarin)

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