Declarada patrimonio intangible de la humanidad por la Unesco el 30 de octubre del año pasado, la música ciudadana monetiza de manera creciente su prestigio tradicional en la materia y sus esfuerzos para revitalizarla.
Cíclico, como somos los argentinos, después de atravesar sus años más gloriosos y ricos en materia de autores, intérpretes y adhesión popular hacia mediados del siglo pasado y de haber recibido luego el bienvenido lifting al que lo sometió Astor Piazzolla, este género musical que nació en los arrabales de Buenos Aires entró en un largo ocaso del que volvió a emerger en parte en 1983, cuando Claudio Segovia y Héctor Orezzoli llevaron por el mundo el espectáculo integral Tango argentino . Más tarde volvió a hundirse en un nuevo declinar hasta que en el presente siglo, alumbrado en la Argentina en tempestuoso parto, volvió a dar signos de resurrección.
Es que el mundo siempre estuvo atento a esa música y danza tan particulares que ya hace noventa años interesaba en Turquía y hace ochenta empezaba a entusiasmar también a Francia, Finlandia y Japón. Pero fue la Argentina a la que le faltó continuidad, estrategias y contenidos para alimentar y acrecentar ese interés internacional.
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Como con la soja, también ahora sopla buen "viento de cola" para el tango: hay 2300 academias registradas en el mundo que lo enseñan a bailar y ya son más de 200 los festivales en el mundo que anualmente lo evocan y lo mantienen en plena vigencia. Ahora mismo aquí medio millar de artistas están animando 150 actividades que van desde shows hasta clases de baile, pasando por muestras y charlas. Después del Festival y Mundial de Tango, que tiene lugar en Buenos Aires a lo largo de 19 días hasta el próximo 31 de agosto, hay 33 más previstos antes del 31 de diciembre en lugares tan distantes como París, Roma, Canberra, Berlín y hasta Hong Kong.
Pero las divisas también llegan en montañas hasta aquí en busca de abrevar en la cuna del 2x4, la ciudad que vio triunfar a Gardel, que se asombró con el violín corneta de De Caro y que escuchó con unción las quejas del bandoneón de Troilo.
Durante el primer semestre de 2010 se estima que el gasto de los visitantes provenientes del extranjero ascendió a mil millones de dólares y ahora, sólo por efecto del festival tanguero que se está realizando entre nosotros, se calcula que en las tres semanas que dura quedarán en la ciudad otros cien millones de dólares.
El ministro de Cultura y Turismo porteño, Hernán Lombardi, se propuso, utilizando el tango como potente portaestandarte, posicionar en el mundo a Buenos Aires como marca cultural, y así crear un fuerte, fluido y continuado intercambio con otros países de expresiones teatrales, artes plásticas y literatura de primera calidad. "Desde lo cualitativo -apunta Lombardi-, el tango expresa la idea de una pasión aún vigente en un mundo desangelado donde la humanidad se está quedando sin humanismo."
También es muy importante para que el fenómeno se pueda retroalimentar y no quede condenado a un efecto meramente for export fogoneado por la repetición fosilizada de los viejos éxitos, que se siga dando con intensidad el oportuno recambio generacional que está teniendo lugar en las filas de los autores e intérpretes. Por eso es vital que los esfuerzos del estado porteño no se limiten a la organización de eventos masivos. Además debe fomentar y sustentar la aparición de nuevas formaciones, contratando actuaciones que le den continuidad y visibilidad durante el resto del año. Así se hizo, por ejemplo, ayer, cuando en la previa al masivo concierto de Daniel Barenboim en el Obelisco actuó la orquesta El Porvenir, integrada por chicos en situación de vulnerabilidad social de Lugano y Soldati.
Volcar en partituras grabaciones de obras que no las tenían también resulta de gran valor para preservar el patrimonio de esta música que tan bien nos define.
Más allá de su rica historia y sus sugestivos ritos que le hacen tener tantos adeptos, el tango además comienza a ser cada vez más valorizado por sus benéficos aportes terapéuticos. "No es el acto sexual sino la evocación de la sexualidad -apunta Alfredo Moffatt en el prólogo del libro Psicotango , que escribieron los psicólogos y tangueros Mónica Peri e Ignacio Lavalle Cobos (Corregidor, Buenos Aires, 2010)-, es una metáfora como todo arte, es un cortejo con toda su coreografía. Es algo terapéutico por definición porque recupera la sensualidad en las relaciones humanas, en los vínculos."
Por Pablo Sirvén (La nación)